El camarero posó sobre la mesita de la terraza los cuatro cafés humantes y el delicioso aroma sacó a Martina de sus pensamientos.
– El día de la Comunión de Jorge se acerca y todavía me faltan detalles por concretar, estoy hecha un lío y no sé qué hacer…
Martina interrogó con la mirada a sus amigas. Felisa y Mari ya habían pasado por ello y sus fiestas fueron de lo más variopinto. Sin embargo, fue Silvia la primera en intervenir:
– ¡Es verdad!, la ceremonia es el primer domingo del mes que viene, ¿no? Preguntó con tono preocupado. ¿qué tienes pensado?…
– Pues, finalmente, Luis y yo hemos decidido que tras la ceremonia en la Iglesia nos reuniremos todos en El Fogón…
– Ese es el restaurante que está de camino al monte ¿no?, interrumpió Mari. Me han comentado que está muy bien… pero un poco lejos.
– Sí, eso he oído. Continuó Martina. Era el único que nos aceptó la reserva con tan poco tiempo de adelanto, y de eso hace dos meses… ¿podéis creer que estaban todos reservados ya?
– ¡Vaya! Dijo en tono pesimista Silvia.
– Las comuniones hay que prepararlas con un año de antelación o más, si quieres optar por varios restaurantes… soltó Felisa con su aire de sabelotodo. Por eso mismo, nosotros preferimos organizarlo en casa y sólo con la familia y algunos amigos de Clara. ¿Te acuerdas Mari?
– Si, estuvo muy bien… pero reconoce que te diste un palizón enorme preparando la comida, decorando el sótano, organizando las mesas y la zona de juegos…
– ¡Y la tarta!… exclamó Silvia.
– ¡Eso! …Dijeron las otras tres al mismo tiempo…
Tras unas sonrisas cómplices y un pequeño silencio, Martina retomó la conversación:
– ¿sabéis lo que me gustaría? Poder contar con una persona que me ayudara y se ocupara de buscar todo: las figuritas para la tarta de Comunión, los detallitos para los invitados, algunas sorpresas para los niños…
– Los recordatorios, los libros de firmas… continuó tristemente Silvia.
– Los regalos para los amiguitos, una tarta de chuches para los más pequeños… prosiguió Mari. … ¿¿Qué??, no me mires así, ¡están muy de moda! Exclamó al ver la cara de sorpresa de Martina.
– ¿¡qué me dices…!? ¡Uy! no había contado con eso… yo pensaba hacer lo típico, lo que todas conocemos…
– Pues, que sepas que, para estar a la última, ahora hay que colocar un… Photocall. Sentenció Felisa… bueno, lo digo por si quieres ser moderna… es lo que se lleva ahora.
– ¿Eso qué es? Preguntó Silvia asustada…
– Es una pequeña zona que se instala en un rincón de la sala y en la que te disfrazas con algunos complementos alocados: sombreros llamativos, gafas gigantes, boas de plumas, orejas de Mickey… y posas para fotos… es muy divertido… y los peques se ríen un montón… ¡también los mayores! No te los pierdas de vista… aclaró Mari riendo a carcajadas, rememorando, seguramente, alguna de esas fotos en su cabeza.
– ¡Madre mía!, me estoy agobiando aún más, ¿qué me aconsejáis…?
– Yo sé, por una amiga del trabajo, que en Internet puedes encontrar una página que se ocupa de estos temas, una web que te inspira, te ayuda y te facilita toda esta tarea. Dijo Felisa echándose hacia delante y confesándolo casi en un susurro. Pero, además, esta web te sirve para organizar cualquier evento que se te presente: bodas, cumpleaños, bautizos… te ofrece un montón de ideas y posibilidades…
– ¡¡uff!!, pues menos mal… ¿no, Martina?… ¿tú qué opinas? Intervino Silvia tan agobiada como su amiga.
– ¡¡¡Pues venga… Veámosla !!!!, animó Mari dándole un toque en el brazo a Martina que miraba indecisa a Silvia.
Martina asintió y sacó el móvil del bolso, las cuatro amigas juntaron sus cabezas, teclearon en el buscador y colocaron el dispositivo en el centro de la mesita entre las cuatro tazas de café que estaban ya totalmente vacías.